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01 Noviembre 2025

Importancia del análisis de pH en grasas alimentarias

El análisis de pH en grasas alimentarias es esencial para evaluar su calidad, estabilidad e inocuidad. Permite detectar rancidez, hidrólisis y contaminación microbiana, asegurando la frescura del producto y la eficacia de los procesos industriales en emulsiones, aceites y margarinas.

 

El pH es una de las propiedades fisicoquímicas fundamentales en el control de calidad de los alimentos, ya que refleja el grado de acidez o alcalinidad de un sistema. Aunque las grasas y aceites son compuestos predominantemente no polares y de naturaleza hidrofóbica, su interacción con componentes acuosos, emulsiones o fases interfaciales puede modificar significativamente su estabilidad y calidad. En la industria alimentaria, el análisis de pH en grasas y productos grasos como margarinas, emulsiones, mayonesas y aceites refinados constituye una herramienta esencial para evaluar la frescura, detectar procesos de hidrólisis, controlar la rancidez y prevenir alteraciones microbiológicas.

Relevancia del pH en grasas y aceites

El pH no solo afecta la percepción sensorial del producto (sabor y aroma), sino también su estabilidad química y microbiológica. Durante el almacenamiento, las grasas pueden sufrir hidrólisis y oxidación, procesos que generan ácidos grasos libres y compuestos secundarios que alteran el equilibrio ácido-base. Estos cambios pueden modificar el pH en la fase acuosa del alimento, lo que sirve como un indicador indirecto del deterioro (Al-Kahtani, 1991).

En productos emulsionados (por ejemplo, mayonesas o aderezos), el pH desempeña un papel crucial en la estabilidad de la emulsión, ya que influye en la carga superficial de las gotas de grasa y en la funcionalidad de los emulsionantes, como las proteínas o fosfolípidos (McClements, 2015). Si el pH se aproxima al punto isoeléctrico de las proteínas, se reduce la repulsión electrostática entre las gotas, aumentando el riesgo de coalescencia y separación de fases.

Por otra parte, el pH influye directamente en el crecimiento microbiano. En productos con contenido graso y fase acuosa, un pH inferior a 4.5 inhibe la proliferación de bacterias patógenas comunes, mientras que valores cercanos a la neutralidad pueden favorecer el desarrollo microbiano si hay contaminación o almacenamiento inadecuado (Jay, 2000). Así, controlar el pH ayuda no solo a mantener la calidad sensorial, sino también la inocuidad del producto.

Determinación del pH en grasas alimentarias

El análisis de pH en grasas puras presenta desafíos debido a su baja conductividad eléctrica y escasa solubilidad en agua. Por ello, los métodos analíticos implican la preparación de dispersión acuosa o mezcla homogénea que permita medir el pH de la fase acuosa asociada. Existen diversos enfoques, entre los que destacan:

  • Disolución o dispersión acuosa: Se mezcla una porción de grasa con agua destilada o con una solución salina neutra y se mide el pH del sobrenadante tras agitación y decantación.
  • Emulsión controlada: En margarinas o cremas untables, el pH se mide directamente con un electrodo plano o de superficie, diseñado para matrices semisólidas.
  • Métodos indirectos: En aceites refinados, donde la fase acuosa es prácticamente inexistente, el índice de acidez (expresado en mg KOH/g) se usa como parámetro complementario al pH, ya que ambos reflejan la presencia de ácidos grasos libres y degradación hidrolítica (Codex Alimentarius, 2019).

La precisión del análisis depende del tipo de electrodo y de la relación muestra/agua. Se recomienda utilizar electrodos combinados con membrana de vidrio resistente a grasas, limpiar con solventes suaves (etanol, isopropanol) y calibrar con buffers estandarizados para asegurar lecturas confiables.

Interpretación de resultados

Valores de pH entre 6.0 y 7.0 suelen indicar grasas frescas o refinadas adecuadamente. Una disminución del pH puede asociarse con la formación de ácidos grasos libres o productos de oxidación, mientras que un aumento podría deberse a contaminación microbiana o a la presencia de aminas y compuestos básicos generados durante la descomposición.

Por ejemplo, en margarinas y emulsiones lácteas, un pH inferior a 5.0 puede provocar cortes de emulsión y pérdida de textura, mientras que en aceites vegetales un descenso sostenido del pH es indicativo de rancidez hidrolítica, especialmente si se combina con un aumento del índice de acidez. En control de procesos industriales, la correlación entre pH y acidez libre permite evaluar la vida útil y estabilidad del producto.

Aplicaciones en control de calidad

El monitoreo rutinario del pH forma parte de los programas de aseguramiento de calidad (HACCP y BPM) en plantas procesadoras de alimentos. En el caso de grasas y aceites, su uso es clave para:

  • Detectar deterioro temprano antes de manifestaciones sensoriales.
  • Ajustar formulaciones en emulsiones alimentarias para mantener estabilidad físico-química.
  • Controlar las condiciones de refinado y neutralización en procesos industriales.
  • Garantizar que el producto cumpla con los límites establecidos por normas internacionales, como el Codex Alimentarius o las especificaciones de la FAO/OMS para aceites comestibles.

El pH también es un parámetro relevante en ensayos de migración de envases, donde puede afectar la liberación de compuestos lipofílicos y la estabilidad del alimento durante su almacenamiento.

Conclusiones

El análisis de pH, aunque aparentemente simple, es una herramienta poderosa en el control de calidad de grasas alimentarias. Permite identificar procesos de degradación, evaluar la estabilidad de emulsiones y garantizar la inocuidad de los productos. Su interpretación debe complementarse con otros indicadores químicos, como el índice de acidez y la peroxidación, para obtener una evaluación integral del estado de las grasas.

El mantenimiento de un pH estable no solo refleja la calidad del producto, sino también la eficiencia de los procesos industriales y la seguridad para el consumidor final. Por ello, su determinación debe considerarse un requisito básico en los sistemas de control de calidad alimentaria.

Referencias

Al-Kahtani, H. A. (1991). Chemical changes after irradiation and post-irradiation storage in lipids of fresh and cooked beef. Journal of Food Science, 56(3), 624–628.

Codex Alimentarius (2019). Norma para aceites vegetales refinados (CODEX STAN 210-1999). Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) / Organización Mundial de la Salud (OMS).

Jay, J. M. (2000). Modern Food Microbiology (6th ed.). Aspen Publishers.

McClements, D. J. (2015). Food Emulsions: Principles, Practices, and Techniques (3rd ed.). CRC Press.